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Kushalan — El Sol de Lordran I: El destino de los no muertos

Published: 2014-02-09 17:02:01 +0000 UTC; Views: 1037; Favourites: 2; Downloads: 0
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Description Un denso hedor a podredumbre y muerte se arrastró por el estrecho pasillo, entrando a cada una de las celdas aseguradas con barrotes que lo flanqueaban y uniéndose así al frío aire que llenaba los pulmones de los desafortunados que daban con sus huesos allí, congelándolos con su mortecino aliento.

Nada vivo quedaba ya en aquel lugar marginado. Los presos apestados por su horrible maldición caminaban renqueantes fuera de sus antiguas celdas, donde los habían encerrado y abandonado al tiempo y a la soledad, y los carceleros eran ahora abominaciones peores incluso que los mismos presos a los que sometían. Pese a todo, desgraciadamente los infelices que pululaban por el Refugio de los no muertos habían acabado siendo por alguna broma retorcida prisioneros de sus propias mentes y un peligro para cualquiera, incluso para sí mismos, y poco les importaba estar allí o en cualquier otro sitio, y mucho menos quién fuese su carcelero.

Sin apenas alzar la mirada del suelo encharcado de su celda, Mirkah observó bajo la visera del casco a esos condenados. Estaba encerrada como ellos, expulsada por su maldición, pero no podía menos que sentir un profundo vacío y algo de desdén por los Huecos de piel descarnada y brillantes ojos rojos que veían a través de los barrotes. Ella no era como ellos. Aunque su propia piel estuviese hundida hasta los huesos y seca como la de una momia, no, ella no se consideraba igual. Seguía siendo consciente de sí misma, en su interior seguía siendo un poco humana, se aferraba a aquel resquicio de cordura y se negaba a dejarlo escapar.

La irritación crecía por momentos en su interior. Permaneció sentada sin mover un músculo largo rato, ignorando a las escuálidas ratas que correteaban por su celda, y preguntándose con desesperación qué pecado podría haber cometido para acarrear semejante carga. La maldición había roto su vida, si tenía un pasado, ya no existía ni importaba, ningún ser humano aceptaría la presencia de un no muerto… como ella. Apretó los puños presa de la ira. ¿Qué sentido tenía su existencia ahora? ¿Viva, muerta, o algo distinto y peor?

El odio hacia todo y todos la poseyó, pero a la vez, como odiar tampoco tenía sentido alguno, no era capaz de imprimirle pasión alguna. Quizás estaba perdiendo verdaderamente la humanidad, la razón, el sentido de las cosas, y acabaría dándose de cabezazos contra las paredes sin ser capaz más que de gruñir, como los asquerosos Huecos que atestaban los pasillos del Refugio, apenas una sombra de las personas que habían sido antes.

Dio un respingo desganado al oír un ruido breve por encima de su cabeza, pero no tuvo tiempo para mirar, pues un segundo después un cuerpo totalmente seco e inerte, un cascarón, cayó a sus pies con un golpe brusco. Mirkah alzó la mirada entonces, tras asegurarse de que ese cadáver era sólo eso, un cadáver incapaz de moverse.
Arriba, asomándose a un hueco que había en el techo, un hombre enfundado en una pesada armadura la observaba. Parecía un soldado o un caballero, alguien que era consciente de sus actos, un agradable cambio a los Huecos estúpidos a los que estaba acostumbrada tras los días de encierro. Quizás era como ella. La orgullosa guerrera encontró ante esa perspectiva fuerzas para levantarse y despegar los labios, ciertamente desconcertada por la presencia de aquel hombre allí. ¿Había tirado él el cadáver?

—Eh, tú… ¿Quién eres? —le preguntó. Ignorándola, se volvió y desapareció de su vista. Encogiéndose de hombros, Mirkah volvió su atención al cadáver que aquel loco la había lanzado y se percató, con un brillo de esperanza naciendo en su pecho, de que había una llave y una fea espada rota bajo él. Esbozó una sonrisa tirante mientras las cogía—. Qué apropiado…

Era raro que la ayudasen, aunque fuese de una manera tan rara, después de lo mal que la habían tratado desde que fuese maldita con el Signo Oscuro, pero su naturaleza pragmática la instó a aprovechar su suerte sin cuestionar su inopinada aparición. Si bien nunca más podría volver a las tierras orientales que habían sido su hogar, carecía de toda esperanza, y dudosamente hallaría nada bueno en ningún reino de los hombres, lo único en lo que podía pensar era en salir de aquella apestosa cloaca abandonada de la mano de los dioses.
Abrió la reja y miró con los ojos entrecerrados a los Huecos al pasar. No la prestaron la más mínima atención, dudosamente la percibían. Lo que si se percató de su presencia, sin embargo, fue el inmenso demonio que hacía las veces de guardián en la sala anexa, caminando de un lado a otro como un perro enjaulado. Sus pasos hacían que todo temblase, y Mirkah se guardó de permanecer más tiempo del necesario en el pasillo. No quería tentar a la bien avenida suerte ni a las rejas que los separaban…

No tardó en abrirse camino por los pasillos encharcados y salir subiendo una escalerillas oxidadas. Apenas tenía fuerzas, se sentía entumecida, seca, pero detenerse no era ya una opción, podía oler el aire exterior…

Una vez arriba se esforzó por respirar a pesar de que ello no le reportaba más que un placer vacua e innecesario, no era lo mismo que respirar estando vivo, pero la hizo sentir mejor. ¿No tenía acaso derecho a los pequeños placeres de los mortales?

Avanzó sin prisa por el enorme patio, sobre la hierba parcheada de nieve reciente, mirando ansiosamente a su alrededor, esperando que algún peligro se abalanzase sobre ella.

Entonces algo llamó su atención. En el centro del patio había una hoguera apagada, poco más que el esqueleto de una antigua espada, ceniza y huesos apilados, pero para ella fue como ver un faro en la oscuridad. Sintió un cosquilleo por dentro que la instaba a acercarse, y poco a poco obedeció ese impulso. Sabía qué debía hacer, no le tembló la mano al acercarla a la hoguera, y no se inquieto cuando el Signo Oscuro reaccionó ardiéndole sobre la piel cadavérica. Como respuesta a su maldición, la hoguera se encendió con un tímido crepitar. Mirkah se sentó un momento para afianzar al vinculo a ella, y se alejó con la sensación de haber dejado atrás un pequeño hilo que la unía a su lugar de reaparición si fallaba.

Si su cuerpo moría volvería a ella, un círculo infinito, la no muerte.

Con un suspiro de resignación, Mirkah abrió los enormes portones de bronce labrado que cerraban el patio, forzando su desmadejado cuerpo, y vio al fondo de otro patio más grande y construido enteramente en piedra otros portones similares, lo que guiaban hacia la libertad. Qué poco quedaba ya…

Un enorme demonio cayó cuando la guerrera avanzaba, justo delante de ella, haciendo que el suelo y las columnas temblasen bajo su peso. Con un nudo en la garganta, Mirkah recuperó el equilibrio. Reconoció a aquel monstruo que andaba libre, era igual al que había tenido cerca de su celda. Podía reducirla a una masa sanguinolenta si la alcanzaba con su enorme matillo, y eso era algo que no la apetecía especialmente.

—¿Pero tú qué diablos haces aquí? ¡Cenizas! —murmuró, blasfemando para sí.

No estaba en sus mejores momentos, con una espada rota y todavía débil tras el encierro, así que siguiendo su inherente instinto y el más que necesario sentido común, Mirkah corrió a refugiarse entre las columnas que flanqueaban el patio. El demonio rugió y usó el martillo para intentar detenerla, pero que estuviera no muerta no significaba que hubiese perdido agilidad. Mirkah se lanzó de cabeza a un pasillo lateral que fue su oportuna salvación justo cuando el demonio golpeó tras ella. No podría seguirla allí dentro, lo que causó su ira, y todavía podía oírle gruñir enrabietado cuando se forzó a sí misma a arrastrarse hacia el interior del pasillo.

No tenía pues más remedio que dar un absurdo rodeo o hallar la manera de neutralizar al demonio si no quería acabar aplastada. Así se redujera a cenizas el muy…
Se detuvo.

Había un Hueco hostil al final del estrecho corredor sin techo. Mirkah vio el arco del Hueco a tiempo y se apresuró a cubrirse en un ala lateral, sintiendo que por fin la volvía a sonreír la fortuna al ver uno de tantos cadáveres tirado en el suelo. Debía pertenecer a un guardia de la prisión que acabó bastante… muy muerto. Pero ella no era quien para hacer ascos a lo que veía, sobre todo porque el cadáver tenía una espada y un escudo bastante decentes.

Con las armas en las manos, llegaron a ella recuerdo instintivos de su entrenamiento y su disciplina combativas, recordó que con un arma podía abrirse camino a través de cualquier cosa, y eso incluía al feo demonio de piel pétrea y posaderas desproporcionadas, con alas demasiado pequeñas como para volar lo suficiente como para eludir el combate directo.

No fue complicado abrirse camino a través de los Huecos. Fue recordando cómo coordinar sus reflejos, alzar el escudo, hendir la espada, disfrutar con el ansia asesina al derrotar a los enemigos, y cuando la herían, usar el dolor para atacar con mayor fiereza. Todo era más fácil con un filo, podía enfrentarse al miedo y a la incertidumbre, no era necesario pensar, sólo actuar, sólo…

Mirkah se detuvo al empezar a subir unas finas escaleras cuando salió a la zona alta del patio, acercándose así al enrejado y conteniendo la excitación por el combate. ¿Qué era aquel sonido, como si alguien arrastrase algo pesado, justo por encima?

No tuvo tiempo para pensar, sonó un gruñido eufórico y el Hueco que aguardaba arriba de las escaleras la envió su particular regalo de bienvenida, una enorme bola de piedra que bajó directamente hacia ella. La esfera maciza iba demasiado rápido, no pudo esquivarla de otra manera que rodando y lanzándose a las escaleras de la derecha que descendían hacia el patio de la hoguera. Con todo, la bola la dio un fuerte golpe en el flanco y perdió la estabilidad y probablemente toda la dignidad al caer patas arriba en las escaleras de abajo.

Una persona normal habría sufrido la rotura de varias costillas, se habría torcido un tobillo o roto el hombro, pero Mirkah podía dar las gracias a su condición de no muerta por hacer que eso fuese terriblemente irrisorio. En cambio destrozar al condenado Hueco le pareció extremadamente urgente.

Con una mueca de ira, Mirkah se apoyó en las manos, tomó la espada y cargó aullando escaleras arriba. Casi fue placentero ver cómo el Hueco gañía aterrorizado antes de que le cercenase brutalmente la cabeza, casi. Contuvo el impulso de escupir al cadáver descabezado. Por su culpa el dolor la acompañaría durante horas…

De nuevo tuvo que volcar su atención en la retaguardia al oír algo por detrás, y se sorprendió al ver el enorme agujero que había creado la bola al bajar y chocar contra la pared, revelando una improvista entrada a la sala que había detrás. Eso no habría importado a Mirkah lo más mínimo si no hubiese podido distinguir una respiración jadeante y varios gemidos de dolor provenientes del interior. ¿Cómo había pasado eso por alto? Si había un Hueco allí podría haberla atacado por la espalda. ¿Desde cuándo era tan ofensivamente descuidada?

Bajó con la guardia alta y se asomó muy despacio al interior. Casi soltó una imperiosa blasfemia condenable en varios reinos decentes al ver que, de hecho, no era un Hueco lo que la aguardaba dentro.

Se apresuró a pasar sobre los cascotes y se arrodilló junto al caballero que antes la había lanzado el cadáver con la llave, que la había regalado así la vacua esperanza de libertad que aún no sabía cómo usar. El hombre estaba muy herido, su respiración trabajosa se oía tras el yelmo metálico, y yacía tumbado contra la pared sin fuerzas para levantarse. Mirkah vaciló. Podía sentir la muerte ciega cerniéndose sobre él como tantas veces había ocurrido sobre ella, algo familiar y terrible. Sin embargo el caballero aún parecía aferrarse a la vida, pues giró la cabeza al oírla llegar y la habló con voz enlatada y cansada tras el casco.

—Tú… No… No eres un Hueco aún, ¿verdad? —la preguntó con tono falto de fuerzas. Pese a ello era firme y orgulloso, y Mirkah se encontró a sí misma recordando lo que era sentir piedad.

—Aunque lo pueda parecer, no —murmuró, haciendo una mueca con su rostro sin vida, seco y descarnado.

—Gracias a los dioses —El caballero pareció encontrar algún tipo de alivio—. Me temo que yo ya estoy perdido, pero espero que habiéndote sacado de la celda haya enmendado mi fracaso. Moriré pronto, perderé la cordura —“Y ambos sabemos lo que eso significa”, pensó Mirkah, recordando a los desgraciados desquiciados que atestaban el Refugio—. Quisiera pedirte algo.

—Me has ayudado a salir de la celda, y yo haré lo que sea para saldar mi deuda. Si quieres salir yo haré todo lo…

El caballero la cortó bruscamente.

—No, escucha. Tanto tú como yo somos no muertos —Mirkah asintió sombríamente. Empezaba a no comprenderle, por su acento parecía de Astora, y ella a veces no alcanzaba a entender qué movía a los caballeros de otros reinos a ser tan extraños, tan ciegos a poca cosa más que sus propios códigos. Pero aquel hombre la había ayudado, y lo menos que se merecía era que le escuchase en sus últimos momentos—. Por desgracia he… fracasado en mi misión, pero quizás tú puedas alcanzar tu objetivo. Hay un viejo dicho en mi familia; “vos que sois el elegido entre los no muertos, en vuestro éxodo desde el Refugio de los no muertos, peregrinad a la tierra de los antiguos dioses. Cuando toquéis la campana del despertar, conoceréis el destino de los no muertos”.

Al acabar, la observó tras la visera que ocultaba su rostro, expectante, pero Mirkah no sabía qué demonios responder a aquello. ¿La tierra de los dioses? Sin duda aquel noble caballero había perdido la cabeza siguiendo una profecía que muchos no muertos conocían y perseguían para evitar el triste final, ¿pero cómo podía pretender que ella lo hiciera también?

—Habláis de Lordran —dijo ella al final, con sequedad.

—Así es —confirmó él con un suspiro de cansancio y dolor—. Cuando te hallas sin meta ni guía, pensar que quizás seas tú ese elegido puede avivar tus pasos, darte un propósito como me lo dio a mí.

Desgraciadamente no podía negarle que se hallaba sin meta, sin futuro, y eso la irritaba. Se mordió los labios resecos con agitación.

—Yo no soy ninguna elegida, ya que lo mencionas. Todos se creen el elegido, pero la única verdad es que sólo he sigo elegida para llevar la maldición, nada más —gruñó, apartando la mirada. ¿Por qué era tan necio aquel hombre? Iniciar el peregrinaje era absurdo, nadie había regresado jamás, y si había encontrado alguien alguna solución a la no muerte, bueno, era bastante inútil entonces, porque seguían igual.

El caballero habló con indulgencia, notando la desesperación y la negativa de la mujer que tenía ante sí, pero sin forzarla a creer en lo mismo que él.

—De todas formas mi corazón podrá morir esperanzado ahora que lo sabes —la dijo. Parecía al borde mismo de sus fuerzas, pero aún así confiado de estar gastando sus últimos momentos en hacer lo correcto. Veía el indudable escepticismo en los ojos vacíos de Mirkah, ¿pero y qué? ¿Él no lo tuvo acaso en su época más pronta como maldito? Todos la tenían. Soltó una débil risa y la alcanzó algo con la mano—.Toma esto, casi lo olvido. Estus, el único alivio para los no muertos. Y la llave… no saldrás sin ella.

Mirkah cogió lo que la daba con aprensión, pues eran objetos valiosos para entregar a un extraño. ¿Por qué confiaba el honor de su recuerdo a una desconocida? Aquel hombre era valiente, no merecía morir aún, no con lo que aguardaba después de la muerte… Tomó la mano enguantada del caballero en lugar de dejar que cayera sin fuerza al suelo, y le miró con determinación que ni siquiera tenía una procedencia lógica. Quizás era una reminiscencia de su humanidad, un breve síntoma de que no estaba vacía de toda emoción.

—Puedo abrir camino sacarte, y al menos así abandonar este lugar antes del final —le ofreció. Una muerte digna. Un regalo, un último esfuerzo. Sin embargo el caballero rió débilmente de nuevo.

—Tienes un corazón honorable, guerrera, pero has de marcharte cuanto antes. No quiero herirte una vez muerto. Harás mucho más por mí si sobrevives y continuas lo que yo no pude acabar.

Mirkah frunció el ceño difícilmente.

—Al menos dime tu nombre —Le recordaría. La amabilidad era algo tan caro como los diamantes en aquellos días, y él se la había ofrecido sin más.

—En otro tiempo fui Óscar de Astora. Ahora no soy nadie. Adiós, guerrera.

Sabía que debía irse, pero no lo deseaba. Sus deseos no contaban en aquel momento, sin embargo, así que con un peso que no recordaba en el corazón, se puso en pie y se marchó por donde había venido. Pudo oír al caballero expirar en soledad, y sintió las almas que había acumulado fluyendo hacia ella, pero no se dio la vuelta.

¿Qué clase de honor había en dejarle allí, morir solo? ¿Así reparaba su deuda? Con un humor crecientemente taciturno, Mirkah abrió la verja superior y se abrió furiosamente camino entre los Huecos. Malditos fueran de nuevo, le recordaban a ella misma y al caballero caído, le recordaban lo que podía acabar siendo y lo que ya era él. Quizás era el destino de cada no muerto, estar sólo y perder hasta la última gota de esperanza como si alguien les hubiese agujereado por dentro.

Miró hacia abajo desde un saliente, al patio que ocupaba el demonio del que había huido. Seguramente había sido él el que derrotó a Óscar y le hizo caer del tejado a esa sala gravemente herido, antes de que ella se lo encontrase en el patio. Sostuvo la mirada a la criatura de pequeños ojos oscuros, y se rebeló. No aceptaba el abandono, la no muerte, ni el odio siquiera, pero los hizo suyos, y los usó.

Aulló y cayó espada en mano desde cuatro metros de altura sobre la cabeza del demonio, hendiendo la espada en la dura carne y disfrutando al oírle proferir gruñidos rabiosos. Se movió como antaño al caer desde el demonio al suelo, la rabia sorda de la batalla guiaba su mano y su cuerpo al rodar y hendir el arma, al cubrirse y resistir la fuerza de aquella criatura insidiosa. La venganza de la muerte fue dulce.

Aún con su cuerpo herido y terriblemente cansado, Mirkah lo disfrutó, y gracias al Estus sintió un agradable y vigorizante calor por dentro al beber para recuperarse, un calor que había olvidado. Dio las gracias al caballero, a su sacrificio, y salió del Refugio tomando una decisión. Si la desesperación era todo lo que aguardaba a los malditos, lucharía contra ella como Óscar y tantos otros, pues nada más la aguardaba en el mundo.
Se permitió mirar a su alrededor al traspasar los portones de bronce labrado que la habían separado de la libertad.

Altas montañas la rodeaban con sus laderas peladas y picos nevados, y el Refugio mismo se alzaba rascando también las nubes neblinosas. Mientras avanzaba hacia el borde del terreno donde se asentaba aquel lugar de olvido, Mirkah observó los barrancos y despeñaderos, el vacío. El aire era límpido, frío como el hielo, como la tumba. Aquel lugar era su tumba. Aquel lugar eran ellos, los no muertos, fríos, vacíos y solitarios. Y ella no iba a entregarse a aquel lugar con el resto.

Unas alas negras gigantes batieron el aire delante de ella cuando alcanzó el nido encaramado al borde mismo del precipicio. El cuervo de ojos negros la miró como habría hecho la mismísima Velka, la diosa del pecado y el perdón, midiéndola, y ella no se debatió cuando la inmensa criatura la agarró entre sus garras y graznó con orgullo.

La sacó de allí volando, alejándola del frío, la muerte y la desesperación, acercándola a los cielos. Había sido elegida pues para abandonar finalmente las tierras de los mortales, y juró a la memoria del caballero Óscar de Astora que no cesaría en su misión jamás, que le buscaría las respuestas, que haría el peregrinaje.
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Comments: 11

Catherine-Link [2017-02-06 00:37:31 +0000 UTC]

¡Hola! Una pena, según leo en los comentarios, que dejaras ésto abandonado ya que, si bien te pasa la misma putada que a todo buen madrileño que se precie (ayyy... ésos laísmos... otra igual que la menda que te habla, cinco años atrás...) el resto de la redacción es buena, interesante y bastante ágil.

He llegado a éste único capítulo de tu historia inconclusa a través de un foro en español de Dark Souls y, francamente, no me arrepiento. Buscaba algo bueno en español y me he topado contigo.

Con suerte yo proseguiré con mi propia historia de DS I que, irónicamente, sólo tiene un capítulo también. ¡Hay que expandir más el fandom español, leche! Muchas gracias por tan interesante redacción ^^

Saludos!!

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ChristianBliss [2014-12-27 08:59:13 +0000 UTC]

Bravo, bravísimo. Llego un año tarde, pero sigue siendo de calidad esto! :3

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Kushalan In reply to ChristianBliss [2014-12-29 15:51:29 +0000 UTC]

Buh, esto lo dejé abandonado por vaga pero tenía buenas ideas xD Gracias por leerlo, majo!

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Antimonesia [2014-02-10 12:48:10 +0000 UTC]

Demon souls y dark souls   juegazos *__*U (y ahora en nada la segunda parte de este ultimo jijiji). Acostumbrada a jugar con la version en ingles no sabia que en español el termino utilizado era "hueco" para definir lo que ahora ni recuerdo como se dice en el otro idioma xD da igual... De todos modos me ha gustado el relato, has sabido captar la decadente y desesperanzada ambientación de los comienzos del personaje en el juego bastante bien ^_^

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Kushalan In reply to Antimonesia [2014-02-10 13:01:25 +0000 UTC]

Vaya que alegría ver a otra gamer! Estoy que muero por jugar al Dark Souls 2, y daría lo que fuera por poder tener el Demon, pero soy de Xbox, así que nada Y sí, estoy teniendo problemas con lo mismo, estaba acostumbrada al inglés y me suena todo un poco raro jajaja


Muchas gracias por haberlo leído, ya esperaba que nadie lo viera, porque no hay mucho fanfic de Dark Souls por ahí, y menos en español, pero bueno, me alegra saber que al menos a alguien le ha gustado  

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Antimonesia In reply to Kushalan [2014-02-10 13:22:16 +0000 UTC]

Ya entre el juego que es, y el idioma que usamos xDD. Pero bueno esta genial así que espero que lo continúes, no hagas como yo que todo lo que escribo lo tengo a medias en el disco duro de mi ordenador :_). Te doy a "watch" para seguirlo :3

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Kushalan In reply to Antimonesia [2014-02-10 13:39:15 +0000 UTC]

Yay! Gracias, en serio Yo también le doy a watch! Sólo tienes una deviation pero escribes de miedo.

Nooo, no lo dejaré a medias, ni de broma. Tengo muchas ideas y muchos detalles de la lore que meter, algo de romance que encaje con lo oscuro y difícil que es Dark Souls, y además una amiga me está traduciendo esto a inglés, así que espero que lo puedan leer también los compañeros ingleses de DeviantArt  

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Antimonesia In reply to Kushalan [2014-02-10 16:21:56 +0000 UTC]

Siempre he querido ver algo de romance en Dark souls <333 bueno quizá ni eso pero si hubiera venido bien algún npc con el cual se compartiera aventura durante un tiempo y se tuviera cierto tipo de relación (?) o_o así que estaré esperando ese toque romantico muy animada!! >///<

Ah y gracias por el watch! sino fuera por el corrector de word no se salva ni una palabra de lo que escribo! soy experta en no poner ni una única tilde (influencia del ingles claro esta xD) aunque al menos si distingo entre el "Hola" con "h" y el "ola" sin jijiji   

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Kushalan In reply to Antimonesia [2014-02-10 16:30:03 +0000 UTC]

No se hará esperar el romance, es la salsa de las historias :3

Bueno, tampoco pasa nada, se entiende perfectamente el escrito y es lo que importa al final, transmitir un mensaje

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Tynewen [2014-02-09 18:51:51 +0000 UTC]

Muy bien, fantástico, increíble, genial, precioso, perfecto y todas esas cosas. Me ha gustado muuuucho y esta muy bien

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Kushalan In reply to Tynewen [2014-02-09 19:21:00 +0000 UTC]

Pero que guapa eres, fea xD Ya te tengo ahi leyendo el resto

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