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-LAZO DE ALMAS-

En el bosque de las almas Aven reposaba. Un lugar solitario y tan lúgubre era el escenario que mejor acentuaba para un necromante. Toda esa situación de mantenerse en un bando de la interminable guerra entre las hordas de Umbreth y el magnánimo reino de Pharenia le tenía harto. Buscó el cansado controlador de muertos un árbol donde acomodarse. Un viejo sauce llorón, seco, muerto, pero aun de pie, le serviría de reposo. Asentó su pesada arma, una guadaña, a su lado. Vio con una mezcla de orgullo y desprecio el filo de su herramienta, la cual jamás había segado campo alguno, sino vidas. Alejando su mente de su oficio y su instrumento se perdió contemplando el desalentador horizonte de ese bosque maldito. "Es un buen lugar para mí", se dijo sin poder evitarse una ligera sonrisa. Casi deseando desaparecer dejó caer el cuerpo sostenido de espaldas al viejo sauce y cerró los ojos.

Ainlyn, un bello nombre, que resplandece con gracia en los oídos de quien lo escucha, vaya que no fuese acorde con tan sombría portadora. Es lo que pensaría todo aquel que la llegase a conocer lo suficiente, aquel que fuese de su confianza para conocer su verdadero nombre… pero no existe tal, ella simplemente será un ángel de la muerte, conocida como Anduriel, y a nadie puede dar su amistad ni sentimientos. Entrenada desde la infancia por el más capaz de los clanes de asesinos de toda Umbreth, la joven vivía para la muerte, la muerte de sus víctimas.
Día importante era aquel. Dia de una presa importante, de clientes de peso y de consecuencias que cambiarían la historia. Y justamente ese día el augurio no le sonrió a la asesina. La desconfianza atenazó el corazón de un paranoico jefe de guardias, quien tuvo la ocurrencia de reforzar la escolta del ministro y consejero real de Pharenia. Pero tanto se esperaba de ella y a tanto la había llevado ya su sagacidad que estando presta en posición acechadora, cual fiera que vigila a su incauta presa, Anduriel decidió actuar. Una batalla tan desfavorable como fue aquella emboscada de unos inesperados refuerzos casi le cuesta la vida. Solamente su agilidad sobre humana y su férrea voluntad le salvaron de no salir más maltrecha de la lid. El saldo de la batalla, por un bando, fue de media docena de guardias muertos, tres heridos de gravedad, y un ministro aterrorizado…quien no volverá a dormir tranquilo jamás en su vida. Por su parte, una saeta de ballesta perforó su hombro derecho, y al detener un mandoble de espada tenía ensangrentada por un tajo la mano izquierda. A duras penas pudo huir al adentrase velozmente a un lugar cuyo pocos se atreverían a seguirla, al bosque de las almas. Dando traspiés y con la vista nublada por la pérdida de sangre terminó desfalleciendo a unos metros de un viejo sauce llorón, seco, muerto, pero aun de pie.

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-LAZO DE ALMAS-

En el bosque de las almas Aven reposaba. Un lugar solitario y tan lúgubre era el escenario que mejor acentuaba para un necromante. Toda esa situación de mantenerse en un bando de la interminable guerra entre las hordas de Umbreth y el magnánimo reino de Pharenia le tenía harto. Buscó el cansado controlador de muertos un árbol donde acomodarse. Un viejo sauce llorón, seco, muerto, pero aun de pie, le serviría de reposo. Asentó su pesada arma, una guadaña, a su lado. Vio con una mezcla de orgullo y desprecio el filo de su herramienta, la cual jamás había segado campo alguno, sino vidas. Alejando su mente de su oficio y su instrumento se perdió contemplando el desalentador horizonte de ese bosque maldito. "Es un buen lugar para mí", se dijo sin poder evitarse una ligera sonrisa. Casi deseando desaparecer dejó caer el cuerpo sostenido de espaldas al viejo sauce y cerró los ojos.

Ainlyn, un bello nombre, que resplandece con gracia en los oídos de quien lo escucha, vaya que no fuese acorde con tan sombría portadora. Es lo que pensaría todo aquel que la llegase a conocer lo suficiente, aquel que fuese de su confianza para conocer su verdadero nombre… pero no existe tal, ella simplemente será un ángel de la muerte, conocida como Anduriel, y a nadie puede dar su amistad ni sentimientos. Entrenada desde la infancia por el más capaz de los clanes de asesinos de toda Umbreth, la joven vivía para la muerte, la muerte de sus víctimas.
Día importante era aquel. Dia de una presa importante, de clientes de peso y de consecuencias que cambiarían la historia. Y justamente ese día el augurio no le sonrió a la asesina. La desconfianza atenazó el corazón de un paranoico jefe de guardias, quien tuvo la ocurrencia de reforzar la escolta del ministro y consejero real de Pharenia. Pero tanto se esperaba de ella y a tanto la había llevado ya su sagacidad que estando presta en posición acechadora, cual fiera que vigila a su incauta presa, Anduriel decidió actuar. Una batalla tan desfavorable como fue aquella emboscada de unos inesperados refuerzos casi le cuesta la vida. Solamente su agilidad sobre humana y su férrea voluntad le salvaron de no salir más maltrecha de la lid. El saldo de la batalla, por un bando, fue de media docena de guardias muertos, tres heridos de gravedad, y un ministro aterrorizado…quien no volverá a dormir tranquilo jamás en su vida. Por su parte, una saeta de ballesta perforó su hombro derecho, y al detener un mandoble de espada tenía ensangrentada por un tajo la mano izquierda. A duras penas pudo huir al adentrase velozmente a un lugar cuyo pocos se atreverían a seguirla, al bosque de las almas. Dando traspiés y con la vista nublada por la pérdida de sangre terminó desfalleciendo a unos metros de un viejo sauce llorón, seco, muerto, pero aun de pie.