Description
"Roderick estaba empezando a sentir -la sed-. No quería morder a su prometida hasta haber investigado todo sobre ella, pero a medida que avanzaba el día, su -sed- era cada vez más difícil de contener y, con ella cerca y el sonido de su sangre corriendo por sus venas, sentía que estaba en la línea.
Había pasado el día con ella como parte del cortejo. Habían comido juntos, dieron un paseo por el parque y bebieron té mientras conversaban de temas superficiales. Sus conversaciones eran así casi todo el tiempo, pero Roderick podía decir que ella ocultaba un ingenio pícaro. Sus respuestas afiladas aparentaban inocencia que él no se terminaba de tragar.
Luego de acabar la hora del té, él se retiró a su despacho para terminar el trabajo pendiente que su padre había dejado de lado. No era algo que le agradara, pero siendo heredero, debía velar por su gente, algo que su padre no hacía ni por asomo. Y el tiempo pasaba ahí, con la mandíbula tensa intentando calmar su -sed-.
—Milord.— Llamó Irene desde la puerta de su despacho.
El sol empezaba a ocultarse, dejando la habitación tenuemente iluminada con un resplandor naranja que era visible a través de la ventana y las cortinas.
Roderick alzó la mirada de sus papeles y la fijo en ella. Se había cambiado de ropa, llevaba un vestido sencillo pero elegante de color azul oscuro. Resaltaba su figura muy bien. Tenía el cabello recogido en un peinado que dejaba varios rizos sueltos, pero con el que podía ver su cuello exquisito adornado con una gargantilla que ella parecía nunca quitarse. La vista de su cuello hizo que se le acelerara el pulso, sintiendo su -sed- casi al limite.
Ya la había mordido antes, pero fue solo una vez y no quería hacerlo de nuevo. Su padre había mandado a su nodriza lejos para que él empezara a beber de su prometida, pero Rodrerick se negaba hasta que el investigador que contrató le diera información sobre ella. A primera vista, Roderick podía decir que Irene era una dama en toda la palabra, modales finos, educación, elegancia y el porte que necesita cualquier mujer para convertirse en marquesa, pero su mirada grisasea le gritaba que tenía secretos y él siempre confiaba en sus instintos.
Además, el que ella haya sido escogida por su padre no le decía nada bueno, porque conociendo a ese maldito, ella bien puede ser una espía de él o solo había sido metida en ese embrollo por culpa de su propio padre. Roderick sabía que el padre de Irene era un bastardo, por algo se llevaba tan bien con el suyo, así que no descartaba la posibilidad de que ella este metida en todo eso por obligación, como él lo estaba.
—¿Qué pasa? — Preguntó dejando los papeles en la mesa, reclinándose en el asiento.
Irene lo miró unos segundos, indecisa, pero luego pareció armarse de valor y acercarse.
—Se que han pasado días desde que... —Ella se mordió el labio y la mirada de Roderick fue ahí instantáneamente. —Usted se "alimentó"—
Roderick se puso tenso un segundo, reacio. Sabía lo que ella quería decir, pero no sabía si tomar la oferta silenciosa que ella le estaba dando.
Se miraron hasta que él dejó escapar el aliento de forma pesada y se levantó de golpe. Irene retrocedió un par de pasos por la sorpresa, pero se quedó firme y quieta cuando él se acercó a ella.
Contrario a lo que ella parecía esperar, Roderick le tomó la mano con mucha delicadeza y la llevo hasta el sofá que había en el salón, sentándose y obligándola a sentarse encima de él. El vestido quedo amontonado alrededor, pero ninguno hizo mención de ello. Roderick desabrocho la gargantilla y la dejó colgando en su clavícula sin dejar de mirarla a los ojos. Irene quedó atrapada en su mirada rubí y depredadora hasta que el bajó la cabeza. Cerró los ojos en anticipación al dolor, sintiendo los afiliados colmillos en su piel.
Fue un pinchazo doloroso que la hizo jadear y retorcerse, pero él la mantuvo firme en ese segundo. Entonces el dolor se fue y quedó en el olvido. Irene podía sentirlo, la sangre saliendo de su cuerpo, pero no dolía, era una sensación extraña que ella no podía describir, pero no era desagradable. Puede que incluso fuera más agradable que la primera vez que la mordió. Él sostenía su cabello en un puño con su mano para mantener su cabeza alta y la otra se aferraba a su cintura, la cuál sin esperárselo, había aflojado las cintas de su corsé para que ella respirara mejor.
No fue hasta que él paró de beber que ella empezó a sentir los síntomas de la perdida de sangre. La mordedura se sentía tibia y no dolía ni un poco. Suspiró aferrándose a los hombros de Roderick mientras mantenía los ojos cerrados.
—¿Te duele? — Preguntó él con la voz ligeramente ronca, lamiéndose los labios al sentir el hilo de sangre que se había corrido por la comisura de su boca.
Irene soltó otro suspiro —Estoy bien… Por favor, tome más si lo desea.
Pero el no volvió a morderla, solo limpió el hilo de sangre que estaba en su cuello con la lengua y se separó un poco de ella. Miró su boca, pero no hizo ningún movimiento para besarla, solo la sentó a su lado y le acomodó las mangas del vestido que se habían corrido cuando aflojó el corsé.
—Gracias, pero no puedo tomar más, te desmayarías— Tomó la gargantilla y la colocó en la mano de ella. —Póntela mañana, no es bueno que pongas nada sobre la mordida ahora.
Irene solo asintió aun aturdida por las sensaciones agradables que sentía, recordando que la última vez le había dicho lo mismo.”
Irene/art/relato (c) Mizu-Kumi
Roderick (c) Matias